Europa recuerda
Irene Shashar
«Hoy estoy aquí para deciros que Hitler no ganó»
«Hoy estoy aquí para deciros que Hitler no ganó»
Hay muchas cuestiones sobre su supervivencia que siguen siendo un misterio para Irene. Su madre organizó su huida del gueto de Varsovia llevándola por una alcantarilla y vadeando las aguas residuales hasta que salieron de nuevo a la ciudad, al otro lado de los muros del gueto. Hasta el día de hoy, Irene sigue sin saber cómo calculó su madre el punto de salida correcto, ni cómo se le ocurrió el plan. Tampoco sabe de qué manera, mientras se escondían en Varsovia, siempre intuía cuándo tenían que abandonar el lugar donde se alojaban y buscar refugio en otro sitio.
Su madre murió poco después de la guerra, en 1948, por lo que Irene nunca obtendrá respuestas a estas preguntas.
El gueto de Varsovia
Poco después de la anexión de Polonia, el régimen nazi promulgó las mismas leyes antisemitas y aplicó las mismas medidas administrativas que estaban en vigor en Alemania desde 1935. Se confiscaron apartamentos y casas, y sus propietarios judíos fueron desalojados, a menudo obligados a vivir en guetos, segregados del resto de la sociedad como medio de control y aislamiento. A partir de 1939, año en que se estableció el primero en la ciudad de Piotrków Trybunalski, se formaron más de 1 140 guetos, la mayoría —aunque no todos— en Europa del este. Algunos duraron solo unos días, mientras que otros permanecieron durante meses o incluso años.
El gueto de Varsovia fue el más grande de la Europa ocupada por los nazis. Originalmente un área judía de la ciudad, de ella se expulsó a parte de la población no judía, mientras que judíos de otros barrios se trasladaron allí, entre ellos Irene, de dos años, y sus padres. Ahora un muro encerraba a sus habitantes y el flujo de recursos estaba sometido a un férreo control. Con las oleadas incesantes de refugiados desposeídos que llegaban, el gueto se fue convirtiendo en un punto de tránsito donde retenían a los judíos antes de enviarlos a campos de concentración. En su momento álgido, 450 000 personas se hacinaban en solo 3,3 kilómetros cuadrados. En condiciones de masificación tan increíbles, muchos murieron de hambre y enfermedades.
En 1942, cuando Irene tenía cinco años, su padre fue asesinado a tiros en el gueto. Su muerte precipitó su huida: ver el cadáver en la cocina fue el punto de inflexión para la madre de Irene.
Su cuerpo pálido y mutilado fue lo último que vi del hombre al que más quería. Ni siquiera sé qué pasó con el cadáver. Tal vez lo enterraron, ¿pero quién puede decirlo con certeza? [...]
Peor que el trauma de encontrar su cuerpo es el hecho de que desapareció de la faz de la tierra y de mi vida sin dejar ni rastro de quién era. Casi todo el mundo tiene fotografías que documentan su infancia, pero la trágica naturaleza de la mía no me dejó nada, salvo los vagos recuerdos de mi juventud y de mis angelicales padres.
En la clandestinidad
Ahora Irene y su madre estaban solas. Su supervivencia se volvió más desesperada. Poco después de aquel horrible día, durante su habitual búsqueda de restos de comida, algo fue diferente: la madre de Irene llevaba una bolsa voluminosa y dejó que Irene cogiese su muñeca, su querida Laleczka. De repente, su madre abrió una tapa de alcantarilla y la empujó suavemente dentro.
Atravesamos toda la zona del gueto de Varsovia por las alcantarillas. Ochenta años después, recuerdo el hedor como si fuera ayer. Apretaba a mi compañera de viaje, mi querida Laleczka, contra el pecho. Le decía que fuera fuerte, pero ni ella ni yo éramos inmunes a las horribles condiciones de las alcantarillas. Era más que mi adorada muñeca, era mi mejor amiga, y ni siquiera ella estaba a salvo de este infierno en la tierra.
Tras escapar del gueto, Irene pasó el resto de la guerra escondida en armarios. Se convirtió en lo que se conoce como una «niña oculta del Holocausto». Su madre podía pasar por «aria». Tenía amigos de juventud dispuestos a emplearla en sus casas, a pesar del peligro que esto suponía para ellos.
Hay un caso concreto que se me quedó grabado en la memoria [...]. Mi madre y yo estábamos escondidas en el ático de una granja polaca cuando unos oficiales alemanes empezaron a registrarlo. Por fortuna, su equipo de búsqueda consistía en palos y no en linternas. Mi madre me apretó con fuerza cuando pasaron, y uno de los palos me tocó el pie. Los segundos pasaban muy lentamente y yo contenía la respiración, pero debieron de confundir mis huesudos dedos con un saco de patatas. Una vez más, la suerte me salvó la vida.
Después de la guerra
Irene fue internada en un orfanato judío al noroeste de París, Manoir de Denouval, en Andrésy, mientras su madre trabajaba en París durante la semana y la visitaba los domingos. Un domingo de la primavera de 1948, sin más, no vino. Había fallecido de un infarto.
Antes de su repentina muerte, la madre de Irene había hecho los arreglos necesarios para que ambas vivieran en Perú con unos parientes que también habían sobrevivido a la guerra. Allí, Irene encontró una familia que la quería. Como estudiante destacada, obtuvo una beca y se licenció en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York. Le ofrecieron un puesto en el Departamento Español y Latinoamericano de la Universidad Hebrea de Jerusalén. A los 25 años, se mudó a Israel y se convirtió en la docente más joven de la universidad. Pasó los siguientes 40 años allí como profesora.
Tuve la suerte de tener hijos y nietos, y logré precisamente lo que Hitler intentó impedir con tanto ahínco. Pero Hitler no ganó.
Irene sigue luchando contra el antisemitismo. En enero de 2020 pronunció un discurso en las Naciones Unidas, en el que dijo: «Salí del Holocausto con esperanza y valor y con un sueño para el mundo. Pero os lo suplico. No dejéis que mi sueño se convierta en una pesadilla». Su discurso ante el Senado de España en enero de 2023 recordó a los oyentes su «deber ante las generaciones futuras, que han de saber y no olvidar, para poder tener un futuro más justo y humano». En abril de 2025 se unió a la Marcha de los Vivos, una procesión silenciosa que se celebra cada año para conmemorar a las víctimas del Holocausto y pedir el fin del antisemitismo:
A los 87 años, participé en la Marcha de los Vivos, desde Auschwitz hasta Birkenau, en nombre de los 1,5 millones de niños judíos que no pudieron y nunca podrán hacerlo. Yo lo hice en su nombre y en su memoria.
El mensaje de Irene a Europa
[...] El resurgimiento del antisemitismo significa que el odio del pasado sigue vivo entre nosotros. Los judíos vuelven a sentirse inseguros en Europa. Después del Holocausto, esto debería ser inaceptable. «Nunca más» debería significar realmente «NUNCA MÁS».
Discurso en el Parlamento Europeo, 25 de enero de 2024
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