Europa recuerda
Margot Friedländer
«Trata de hacer tu vida»
«Trata de hacer tu vida»
—¿Dónde está? —pregunto, sin aliento. La mujer espera hasta que entro y luego cierra la puerta. —Se ha ido. —De entrada, no entiendo nada. ¿He llegado demasiado tarde? ¿Ha salido a buscarme?—. Te ha dejado un mensaje. —Me quedo esperando a que la mujer me dé algo, pero ella sigue quieta, de pie, sin hacer ni un gesto. Miro a ver si hay un trozo de papel en su mano, algo que mi madre haya dejado escrito para mí—. Se supone que tengo que darte yo el mensaje. —Entonces me dice lo que mi madre ya no puede decirme ella misma: «He decidido ir a la policía. Me voy con Ralph, donde quiera que esté. Trata de hacer tu vida».
Try to Make Your Life (Trata de hacer tu vida), Margot Friedlander con Malin Schwerdtfeger (2014)
La madre de Margot se había entregado a la Gestapo apenas unas horas después de que detuvieran a Ralph, el hermano de diecisiete años de Margot. Ambos fueron deportados unos días más tarde y murieron en Auschwitz.
La vida antes de la guerra
Margot creció en Berlín con su hermano menor y sus padres. Su padre, Arthur, dirigía una empresa mayorista que vendía máquinas de hacer botones y accesorios para la ropa a sastrerías y empresas de confección en la próspera industria textil de la capital y en el extranjero. Su madre, Auguste, empresaria del comercio de botones, había fundado ella misma el negocio antes de retirarse para convertirse en ama de casa tras su matrimonio. Margot nació en 1921, un año después de la boda.
Ella y su hermano Ralph —al que Margot describía como un «genio de las matemáticas» que «tocaba el violín con siete años»— crecieron en una familia llena de amor, que pasaba a menudo las vacaciones visitando a sus parientes en Alemania y Checoslovaquia. Sus padres eran unos apasionados de las artes y tenían abonos para la ópera. Margot soñaba con ser costurera y diseñadora. En 1936, se matriculó en la escuela de artes judía «Feige und Strassburger» para estudiar moda y pronto comenzó un aprendizaje en una pequeña casa de modas.
Una mañana de noviembre de 1938, Margot salió hacia el tranvía para ir a trabajar y, de inmediato, sintió una extraña quietud en el aire. Al pasar frente a las tiendas, vio escaparates destrozados y olió a humo: las secuelas de la Kristallnacht, la noche de los cristales rotos. La empresa donde trabajaba había sido expropiada y se le prohibió seguir trabajando allí. Su padre, que se había separado hacía poco de su madre, decidió esconderse y no tenían ni idea de su paradero. No tardó en reaparecer. Lo habían obligado a renunciar a su empresa; esta había sido «arianizada». Como parte del traspaso de su negocio, tenía que viajar al extranjero con el nuevo propietario para presentarle a clientes extranjeros: su oportunidad para escapar. Antes de irse, le consiguió un puesto a Margot en la Kulturbund, una asociación fundada en 1933 en la que judíos expulsados de las instituciones culturales públicas alemanas organizaban y representaban obras de teatro, conferencias, conciertos y óperas.
Su padre huyó a Bélgica, dejándolos atrás. Con la escalada del antisemitismo y el comienzo de la guerra, su madre, intentando escapar de Alemania con sus hijos, pidió asilo en Estados Unidos, Brasil y China, pero todas sus solicitudes fueron denegadas. No tardan en poner a Margot y a su hermano a realizar trabajos forzados para apoyar el esfuerzo bélico. La familia se fue reduciendo cada vez más a medida que abuelos, tíos y primos huían o eran deportados: «Apenas quedaba nadie, todos habían desaparecido en distintas direcciones. No volvimos a tener noticias de nadie, no sabíamos qué les había pasado».
Justo cuando Margot, su madre y su hermano se preparaban para huir a Bielitz, Ralph fue arrestado por la Gestapo en enero de 1943.
Desaparecer en Berlín
«Trata de hacer tu vida». No sería hasta mucho más tarde cuando, inmersa en la educación de estudiantes y escribiendo y hablando públicamente sobre el Holocausto, Margot sintió por fin que había cumplido el deseo de su madre
Como todos sus amigos eran judíos y se habían escondido, Margot no sabía dónde buscar refugio. Se lo pidió a una tía suiza que no era judía, pero esta la rechazó, alegando que Margot debería haber ido con su madre a la Gestapo.
Sola y asustada, Margot también se esconde. Para parecer «menos judía», se tiñó el pelo de rojo, se colgó un crucifijo al cuello y se sometió a una operación clandestina de nariz.
A lo largo de los quince meses siguientes, dieciséis personas arriesgaron sus vidas para ayudarla, dándole alojamiento y comida. No debía preguntar jamás los nombres de quienes la escondían ni dónde vivían, por si la descubrían y comprometía a toda la red. Memorizaba una dirección, destruía el papel e iba al lugar indicado.
En abril de 1944, al salir de un refugio antiaéreo con dos de las personas que la ayudaban, fue capturada por delatores judíos, los llamados Greifer («cazadores»). Al no poder mostrar su documentación, tuvo que admitir que era judía. La llevaron al punto de reunión establecido en el hospital judío de la Iranische Strasse, donde estuvo unas semanas antes de ser deportada al campo de trabajo-gueto de Theresienstadt.
La vida en Theresienstadt
Cuando llegó a Theresienstadt en junio de 1944, el campo estaba abarrotado, con miles de personas que entraban y salían a un ritmo vertiginoso. Solo permaneció allí unos meses antes de ser trasladada de nuevo al campo de exterminio. Las condiciones sanitarias eran espantosas: barracones abarrotados e infestados de piojos y pulgas, poca o ninguna comida y enfermedades que se propagaban con rapidez.
Un conocido de la Kulturbund que trabajaba en la administración judía del campo le consiguió un puesto como costurera para el comandante, las SS y sus familias. Luego le asignó un turno en una fábrica de mica, un trabajo que le ofrecía cierta protección. Margot sobrevivió a un invierno en el que muchos murieron de frío y desnutrición.
A principios de febrero de 1945 llegaron a Theresienstadt trenes que transportaban prisioneros de Auschwitz. Al principio Margot no los vio, pero se enteró por los equipos de trabajo que ayudaban a descargar a los vivos y a los muertos, y por las enfermeras que los atendían.
Al mismo tiempo, regresaron a Theresienstadt los prisioneros que habían sido enviados a Wulkow para construir barracones, búnkeres y refugios antiaéreos para la Oficina Central de Seguridad del Reich. El proyecto fue abandonado, porque el frente bielorruso ya había avanzado demasiado. Uno de esos prisioneros era Adolf Friedländer, un conocido de la Kulturbund: «Al principio no lo reconocí: tenía el brazo en cabestrillo, la cabeza y el cuello vendados. Pero cuando se acercó, me saludó inmediatamente por mi nombre: Margot... Nos alegramos mucho de encontrar a alguien que conocíamos de antes». Como ambos estaban en los mismos barracones, se veían a menudo. La fábrica de mica había cerrado y a Adolf aún no le habían asignado ningún trabajo mientras se recuperaba de la forunculosis, por lo que pasaban muchas horas hablando.
A finales de abril de 1945, Margot y otros fueron llamados para ayudar con un transporte, lo que supuso su primer contacto con los campos de exterminio. Llegó un largo tren de vagones de ganado. Cuando se abrieron las puertas, personas que apenas conservaban apariencia humana cayeron o fueron empujadas fuera de los vagones atestados. Era difícil distinguir a los vivos de los muertos. Algo cayó en los brazos de Margot: un ser humano, tan débil que tuvo que cargarlo. Pesaba como una pluma.
Margot oyó el nombre de Auschwitz por primera vez. Hasta entonces todo el mundo solo hablaba de los transportes al este. Los prisioneros habían sido enviados a una marcha de la muerte poco antes de la liberación de Auschwitz el 27 de enero. Las SS hicieron todo lo posible para evitar que los supervivientes cayeran en manos de los rusos y que los aliados descubrieran el verdadero alcance del exterminio en los campos de concentración. La mayoría de esos prisioneros había muerto hacía tiempo: fusilados o víctimas del hambre, el agotamiento, el frío o el tifus. En algún momento, los últimos supervivientes fueron reunidos, obligados a subir a vagones de ganado y enviados a Theresienstadt, uno de los pocos campos que aún no habían sido liberados.
Fue entonces cuando Margot se dio cuenta de que nunca volvería a ver a su madre y a su hermano.
Cuando el campo fue liberado en mayo de 1945, Adolf le pidió matrimonio. Un mes después se casaron en Theresienstadt ante un rabino. A finales de junio de 1945, Adolf recibió un telegrama de su hermana Ilse, que vivía en Nueva York. A partir de entonces, él tuvo claro que emigrarían a Estados Unidos. Margot no estaba tan segura, pero sabía que iría con Adolf dondequiera que él fuera.
En julio de 1945, los llevaron al campo de refugiados de Deggendorf, donde, en palabras de Margot, «volvieron a convertirse en seres humanos». Margot y Adolf trabajaron en la administración del campo. En el viaje en tren a Bremerhaven en julio de 1946, pasaron por pueblos y ciudades destruidos y por puentes reparados de forma provisional. Apenas había indicios de recuperación. Margot y Adolf embarcaron rumbo a Estados Unidos. Llegaron a Nueva York el 28 de julio de 1946.
La vida después de la guerra
Cuando eres joven, quieres vivir. Cuando sobrevives, sufres.
Margot y Adolf vivieron en Nueva York 51 años. Margot trabajó como agente de viajes y costurera, y Adolf como gestor administrativo. Nunca regresaron a Alemania.
Tras el fallecimiento de su marido en diciembre de 1997, se matriculó en una clase de escritura. El resultado fue una autobiografía Try to make your life (Trata de hacer tu vida), titulada así por las palabras de su madre. Empezó a ir por los colegios para contar a los estudiantes lo que le había pasado.
Escribía todas las noches [...] Tenía todas esas historias en la cabeza. Todo empezó a volver a mí, muchas cosas que había apartado durante años.
En 2003, Margot fue invitada por el Senado de Berlín a volver a la capital alemana. El cineasta Thomas Halaczinsky la acompañó durante su estancia para grabar el documental Don’t call it Heimweh en diversas localizaciones relacionadas con su juventud. El viaje fue una revelación para ella: se sintió como si hubiera vuelto a casa y, en 2009, a los 88 años, regresó definitivamente. En 2010 se le restituyó la ciudadanía alemana y en 2011 se le concedió la Cruz Federal al Mérito.
En 2016, recibió la Orden al Mérito de Berlín. Margot fue nombrada ciudadana honoraria de Berlín en 2018. Durante la ceremonia, dijo al público: «Hitler, Göring y Goebbels también eran ciudadanos honorarios. Ahora se revolverían en sus tumbas, si las tuvieran».
Le siguieron otros honores y premios, entre ellos la Cruz Federal al Mérito de Primera Clase en 2023 y la Gran Cruz del Mérito en 2025.
A los 101 años, creó la Fundación Margot Friedländer para luchar por la libertad, la tolerancia y la democracia con el fin de que nunca más se repitiera lo que les ocurrió a millones de personas de su generación.
Margot falleció el 9 de mayo de 2025, con 103 años.
El mensaje de Margot a Europa
Lo que pasó, pasó: ya no podemos cambiarlo. No debe volver a suceder nunca más. Hablo no solo en nombre de los seis millones de judíos que fueron asesinados, sino de todos los inocentes que murieron a manos del régimen nacionalsocialista. Lo hago por vosotros, por vuestros hijos, por vuestros descendientes. Esa es mi misión. Lo repito: ¡sed humanos!.
Discurso en el Parlamento Europeo, 27 de enero de 2022
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